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A 214 años del Grito de Asencio

La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) recuerda a 214 años el Grito de Asencio, un hito histórico en el camino hacia la independencia de la Banda Oriental, cuando los orientales asumieron su existencia política y se rebelaron por primera vez ante la autoridad de la Corona Española.

El Grito de Asencio constituyó el triunfo de los orientales en armas dirigidos por Venancio Benavídez y Pedro Viera frente a los españoles. Este hecho militar implicó la desobediencia al poder españolista impuesto desde Montevideo, permitió la toma de la villa de Mercedes y Santo Domingo de Soriano por los rebeldes que apoyaban el pronunciamiento de la Junta de Buenos Aires, configurando la “admirable alarma”, es decir, el comienzo de la revolución oriental en la campaña.

En aquel verano de 1811, en las costas del arroyo Asencio cerca de la capilla de Mercedes, dos caudillos locales, Venancio Benavídes y Pedro Viera, convocaron a los vecinos del pago y proclamaron el comienzo de la insurrección contra el gobierno español.

Luego de un largo proceso de decadencia, el imperio español mostraba signos de desintegración hacia comienzos del siglo XIX: la feroz competencia de Inglaterra en lo económico y las ambiciones expansionistas de Francia en lo político, unida a la inercia de los burócratas locales, sumió al reino en una crisis generalizada que la invasión napoleónica no hizo más que agudizar.

Las derrotas acumuladas ante los ejércitos franceses y la prisión del Rey en Bayona terminaron rompiendo los ya muy debilitados lazos de unión con las colonias americanas, que fueron independizándose en toda la extensión del continente a lo largo del primer cuarto del siglo XIX.

En el virreinato del Río de la Plata, la élite criolla ligada al comercio con Inglaterra y a la propiedad rural, se impuso rápidamente a las autoridades españolas en la capital, Buenos Aires, y buscó llevar el levantamiento antiespañolista a los territorios del Interior invitándolos a aceptar la autoridad de la Junta de Mayo, que prometía la libertad y el nacimiento a la vida política a los pueblos del Plata.

En la Banda Oriental, el poder español se sostenía a partir de la importante presencia militar que tradicionalmente vigilaba la frontera de la penetración portuguesa. A ello se sumaba la flota instalada en el apostadero naval de Montevideo, que controlaba la costa atlántica y los accesos al interior del continente a través del estuario y los grandes ríos Paraná y Uruguay.

Así, quedaron rápidamente instalados en ambas márgenes del Plata los centros antagónicos que se prepararían para un enfrentamiento bélico inminente.

En Montevideo, el virrey Francisco Javier Elío, a efectos de obtener recursos para sostener la guerra con Buenos Aires y reforzar su autoridad recientemente confirmada, impuso donativos patrióticos a los vecinos, expulsó de la ciudad a quienes sostenían opiniones cercanas a los patriotas -entre los que se contaban los padres franciscanos-, y determinó la revisión de los títulos de propiedad territorial exigiendo el pago de composiciones a quienes no pudieran exhibirlos.

Estas medidas impopulares, unidas a la difusión de las ideas de libertad proclamadas por la revolución, causaron lo que Artigas designó como la “admirable alarma”: en pocos meses la rebelión se extendió por todos los pagos del campo oriental de la mano de los patriotas locales.

El alejamiento de Artigas de la autoridad española desde la ciudad de Colonia para ponerse al servicio de la revolución en Buenos Aires, concretado unos días antes, y su retorno a Mercedes en abril constituyó la otra cara de los movimientos localizados en todos los rincones de la Banda Oriental. Le confirió al movimiento el protagonismo de un líder de gran prestigio entre los vecinos, capaz de aglutinar las voluntades y encauzar los esfuerzos hacia el logro del objetivo independentista.